Coincidencias o antagonismos
Ante el tan vaticinado bactericida nuclear, que hipotéticamente extinguiría todo ser viviente que habita sobre la faz de la hermosa esfera terráquea, por el momento no nos queda otra que tratar de mirar hacia adelante la luz al final del túnel, para no tomar las rígidas formas de las piedras, tal como le aconteció a la mujer del bíblico Lot.
Pareciera que tan solo una mano divina, podría salvar a la humanidad en su loco afán de autodestruirse.
Si dijésemos por ahí lo siguiente: que si a fulanito de tal se le ocurriese la descabellada idea de oprimir el botón del Juicio Final y que nadie más tomaría partido en semejante accionar, craso error. Cuando los ánimos se caldean, hasta el más pacífico de los cristianos derrama su copa.
Dos artefactos nucleares de vieja data explosionados en Hiroshima y Nagasaki, seguida del progresivo y controversial cambio climático de reconocido origen y algunas fugas radioactivas como las de Chernobyl y otras centrales de fusión atómica, hasta el día de hoy, nos han dejado secuelas de considerables proporciones letales, ¿que tal? A estas alturas sería una catástrofe una reacción en cadena termonuclear a lo largo y ancho de los cuatro puntos cardinales del Planeta Tierra. ¿Posibilidades del uno al 10? Gran interrogante.
Lo cierto es que, en la postrimería de una guerra convencional alguien podría contar una historia, más no hoy por hoy en una eventual guerra de abrazador fuego atómico.
¿Será este el final del confortable y Sagrado refugio humano?
A diferencia de la enigmática y extraviada Atlántida, la supuesta desolada Tierra sería como un gigantesco continente, atrapado en el silencio de la inmensidad oceánica del Cosmos; y sobre sus blancas cenizas un epitafio en su mudo lenguaje reza: Aquí yace lo que fue una sociedad terrícola de resplandeciente cultura, pero que polvoreada de su propio antagonismo se divorció de su misma existencia, hastiada en cuerpo y alma, de las no coincidencias.
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